Todavía hoy, casi cinco años después, se aprecian las consecuencias del mismo, restos calcinados, esqueletos vegetales de lo que en otros tiempos fueron frondosos árboles y arbustos... La naturaleza se esfuerza por recuperarse y por reconstruir sus cicatrices, pero se necesitarán muchos años más para que, lo que se quemó en un par de días, vuelva a su estado original antes del incendio.
Esta perdida carretera, sin nombre, atraviesa gran parte de los montes que fueron testigos de la tragedia que, por otra parte, forman unos parajes de impresionante belleza. Es de esos lugares, en los que aunque no sepas muy bien por dónde vas, le encuentras el sentido y te gusta ir a ningún sitio para llegar a alguna parte, o más resumido, donde lo importante no es el destino, sino el camino.
La CRF en una zona de preciosas vistas de los
valles que rodean las montañas de Benifallim.
Mires en el ángulo que mires, la naturaleza se
esfuerza por recuperarse del incendio.
En las zonas altas se aprecian mejor los daños del
incendio. Un aviso de donde no hay que dirigirse
en caso de verse envuelto en alguno.
Mirando hacia el oeste, hacia las montañas del
cerro Aitana.
Una pequeña higuera salvaje. A juzgar por su aspecto,
no le va nada mal. Uno de mis árboles favoritos.
Placa homenaje a los dos trabajadores que fallecieron
en su lucha contra el incendio.
Las construcciones rurales abandonadas siempre
despiertan mi imaginación. ¿Quién? ¿Cuándo?
Este tipo de carreteras, por llamarlo de alguna forma,
son las ideales para la CRF, y antes, para la TX.
Hoy estrenaba nueva cazadora de verano. Todavía
no hace demasiado calor, pero se va notando.